Origen y presencia de la comunidad musulmana en Argentina: historia, cifras y legado

En una esquina de Buenos Aires suena el llamado a la oración; en Mendoza, el aroma a shawarma se mezcla con el de la carne a la parrilla. Puede parecer un guiño exótico, pero es parte del día a día argentino. Mucha gente se pregunta por qué hay tantas personas musulmanas en Argentina, un país tan lejos de Medio Oriente. Si miramos las cifras, sorprende: según el Pew Research Center y la Fundación Islámica para América Latina, la comunidad musulmana supera las 900 mil personas, por lejos la más grande de Sudamérica. El dato impresiona, pero la historia detrás es todavía más cautivante.
De Siria y el Líbano al Río de la Plata: la gran migración olvidada
Es imposible hablar de la presencia musulmana en Argentina sin entender el flujo migratorio de fines del siglo XIX y principios del XX. Todo arranca con el colapso del Imperio Otomano, la pobreza, y la inestabilidad política en Siria, Líbano y Palestina. Pero ojo, no solo eran musulmanes: también llegaron cristianos y drusos, todos escapando de situaciones muy parecidas. Entre 1880 y 1920, entraron al país más de 170 mil inmigrantes de Medio Oriente. Por costumbre y porque los papeles decían “turcos” (ya que venían con pasaporte otomano), así se los bautizó acá, aunque pocos habían nacido en lo que hoy es Turquía.
¿Por qué eligieron Argentina? Primero, porque el país promovía la inmigración “para poblar y producir”. Había barcos directos, políticas abiertas y promesas de prosperidad. Si bien para muchos resultaba una tierra desconocida, el boca a boca se multiplicó: “acá se consigue trabajo, la gente no te señala por tu religión y hasta puedes enviar dinero a casa”. Se instalaron primero en Buenos Aires, luego en las provincias del norte y de Cuyo, e incluso en ciudades del sur como Comodoro Rivadavia. Muchísimos abrieron almacenes, zapaterías y tintorerías; eran oficios que conocían y que permitían ascender socialmente.
La fe musulmana, por entonces, se vivía casi en secreto. No había mezquitas ni halal a la vista: las primeras oraciones comunitarias eran en casas adaptadas, y el primer cementerio islámico se fundó recién en 1932, en el Cementerio de la Chacarita. Lo increíble es que aun practicando en voz baja, la comunidad tejió redes y mantuvo vivas muchas costumbres, desde recetas hasta celebraciones como el Eid al-Fitr. Ese esfuerzo sentó la base de todo lo que vino después.
Religión e identidad: entre la integración y la preservación
La vida de los musulmanes en Argentina se movió siempre en esa cuerda floja entre integrarse y no perder raíces. Ya en los años 40 y 50, nacen las primeras asociaciones culturales y sociales: la Sociedad Árabe Musulmana, la Mezquita At-Tauhid y el Club Sirio Libanés, solo por nombrar algunas. El salto más importante fue en 1989, con la inauguración de la imponente Mezquita Rey Fahd, la más grande de Sudamérica, donada por Arabia Saudita y ubicada en Palermo, pleno corazón de Buenos Aires. Hoy la mezquita es símbolo y centro comunitario, con clases de árabe, recitación del Corán y charlas para la integración social.
¿Hablan árabe? Muchos descendientes ya no, pero sí conocen expresiones, recetas y costumbres heredadas de abuelas y abuelos. En casas musulmanas argentinas se toma mate con dátiles, se escucha recitación del Corán y se celebra el Ramadán. Sin embargo, la mayoría vive su fe de manera más laxa que en países del Medio Oriente; hay quienes van a la mezquita solo en fechas especiales, otras familias mantienen la oración diaria y respetan el ayuno. Esta variedad es parte de la normalidad local.
Un hecho poco conocido: Argentina fue el primer país de América en reconocer oficialmente el Islam como religión, allá por 1983, mucho antes que otros vecinos. Eso abrió puertas para derechos civiles, enseñanza en escuelas y respeto a la diversidad. Incluso, existe el Instituto Nacional de Estadística Islámica, un organismo pionero a nivel latinoamericano.
El desafío en los últimos años es combatir los prejuicios. El atentado a la AMIA en 1994 puso la lupa sobre las comunidades árabes y alimentó estigmas. Muchas organizaciones optaron por abrir las puertas, armar ferias, invitar a vecinos a conocer la cultura musulmana. En Mendoza y Tucumán, por ejemplo, es común ver comedores solidarios organizados por mezquitas, abiertos a toda la población, musulmana o no.

Legado invisible: lo que los musulmanes sumaron a la Argentina
Muchos argentinos ni se enteran de cuántas aportes cotidianos surgieron de la presencia musulmana. ¿Sabías que las primeras misiones de médicos rurales en Salta y La Rioja las organizaron familias musulmanas llegadas a fines del siglo XIX? O que algunos de los primeros exportadores de productos regionales, como el aceite de oliva en San Juan, vienen de linajes árabe-islámicos. No todo es kebab y empanadas árabes: la huella se ve en la arquitectura, las ferias de Ramadán y hasta en el vocabulario popular (“yallá”, “habibi”, “inshallah” se cuelan en los almuerzos familiares).
En la política argentina hay nombres importantes de origen musulmán: Alfredo Ali en Mendoza, la familia Jalil en Catamarca y la senadora nacional María Teresa Villavicencio en Tucumán, todos descendientes de familias sirio-libanesas musulmanas. Integración no significa olvido: muchas de estas figuras públicas mantienen lazos con la cultura y suelen participar de ceremonias islámicas, aunque sean católicos o laicos.
La gastronomía merece un capítulo aparte. Muchos platos hoy “argentinos” nacieron en cocinas musulmanas: keppe, hummus, fatay, baklava. Las panaderías árabes de Flores, los bares de microcentro mendocino y hasta la empanada hojaldrada del NOA llevan firma musulmana. Entre 2020 y 2024, el consumo de productos halal creció un 35% en mercados internos, de acuerdo a datos de la Cámara Argentina Halal.
Aporte | Ejemplo específico |
---|---|
Gastronomía | Empanadas árabes, shawarma, keppe |
Comercio | Almacenes y bazares fundados por sirio-libaneses |
Salud | Médicos rurales en el norte |
Religiósidad | Primera mezquita de Sudamérica (Buenos Aires) |
Lenguaje | Palabras y expresiones árabes adoptadas |
Hoy, los musulmanes participan activamente de la vida argentina: hay centros de estudiantes islámicos, influencers de recetas halal y profesoras que enseñan danzas y caligrafía árabe en escuelas porteñas. No es raro que en una misma cuadra haya una parrilla, una sinagoga, una iglesia y una mezquita. Eso es Argentina resumida en un paseo de domingo.
La comunidad hoy: nuevos migrantes, desafío y futuro
Desde 2010, la comunidad musulmana volvió a crecer. Pero esta vez el rostro es más diverso: llegaron jóvenes marroquíes, sirios refugiados por la guerra, estudiantes senegaleses y turistas indonesios que se quedaron “por amor”. En Buenos Aires, los barrios de Flores y Palermo concentran la mayor densidad de musulmanes, pero en Mendoza y Córdoba la comunidad se organiza con fuerza creciente, gracias a la llegada reciente de familias sirias acogidas por programas humanitarios argentinos. Estos nuevos vecinos encontraron brazos abiertos; muchos mendocinos recuerdan colectas solidarias para recibirlos, clases de español gratuitas y colaboraciones comunitarias en comedores y escuelas.
El dato curioso: la Cámara de Comercio Islámica Argentina estimó, en 2024, que hay más de 150 empresas lideradas por musulmanes en el país, exportando a Medio Oriente y África. El sector halal—la certificación de productos y alimentos—no para de crecer, aprovechando la imagen de calidad argentina combinada con respeto de normas religiosas. En Mendoza, varias bodegas se sumaron a la ola halal para exportar jugos de uva y dulces.
Hoy, la integración es mucho más visible: Ramadan Fest congrega miles de personas en la Mezquita de Palermo, y algunas universidades ofrecen talleres de historia islámica. Los desafíos, eso sí, no desaparecen: discriminación, desconocimiento y estigmatización a veces golpean duro. Pero la reacción suele venir fortalecida: desde la Fundación Islámica de Catamarca hasta los influencers mendocinos, la consigna es abrir las puertas y compartir, mostrar la fe y la cultura como un valor para el país. Si la casa se llena de aroma a anís una tarde de julio, puede que sea por el dulce mamul del Eid... o por ese legado multicultural que Argentina supo ganar, abrazando la diversidad y haciendo de la presencia musulmana algo tan cotidiano como el mate.